domingo, 2 de marzo de 2014

UNA REFLEXIÓN: ENSEÑAR A PENSAR A NUESTR@S MENORES

Educar para crecer ¿Qué pasaría si… todos dejáramos de pensar? Si pensamos en nuestr@s hij@s, la pregunta que da título a este título nos conduce a otras. ¿Qué ocurriría si fueran incapaces de pensar? ¿Serían iguales a como son hoy? ¿Cómo descubrirían el mundo? ¿Sabrían distinguir entre lo cierto y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto? ¿Serían capaces de tomar buenas decisiones? ¿Podrían aprender a ubicarse en el mundo? ¿Cómo se comunicarían con los demás? ¿Podrían aprender algo? ¿Qué tipo de personas serían?
 Todas estas cuestiones son provocaciones para cuestionar el valor del pensamiento en nuestras vidas. Obviamente, imaginar una vida humana sin pensamiento es ilusorio: hasta para imaginar una situación similar tenemos que pensar. Es decir, ser seres humanos implica ser seres pensantes. Ahora bien, si ya pensamos, porque somos humanos, ¿para qué una educación del pensar? La respuesta es sencilla: todos pensamos, incluidos nuestr@s hij@s pequeñ@s; pero podemos aprender a pensar mejor crítica, creativa y éticamente. Se trata de desarrollar mejores criterios para entender la vida y tomar buenas decisiones, reforzando la dimensión crítica del pensar. También se trata de ser capaz de generar múltiples posibilidades de respuestas a los retos cotidianos de la vida, fortaleciendo la dimensión creativa del pensar. Desarrollar la dimensión ética del pensar implica considerar las consecuencias de nuestros actos y decisiones; además de respetar al otro y sus ideas, principalmente aquellas que son distintas a las nuestras. ¿Cómo se logra desarrollar este tipo de pensamiento que parece tan necesario como complejo? La respuesta es estimulando las habilidades de pensamiento. Las habilidades de pensamiento son actos mentales que ya existen y están disponibles y predispuestos al movimiento. Es decir, la mente cuando piensa lo hace a través del uso de habilidades de pensamiento. Por esto no son enseñadas, pero sí pueden ser estimuladas. Cuando estimulamos el desarrollo de las habilidades de pensamiento favorecemos que «se piense mejor».
 Muchos se preguntarán cómo podríamos estimular estas habilidades en familia, en casa. Veamos algunos ejemplos.
 En las actividades cotidianas hay diversas oportunidades para desarrollar las habilidades de pensamiento, que son de distintos tipos y categorías.  Percibir es nuestra capacidad interna de aprehender los estímulos sensoriales que vienen del exterior, transformándolos en una idea. Cuanto mejor percibimos, mejor generamos una visión crítica y ética de la realidad, sin contar que nuestra capacidad creativa se amplía. Hay varios tipos de habilidades de percepción y variadas maneras de estimularlas. En los momentos compartidos en familia, podemos estimular distintos tipos de habilidades perceptivas. Tanto en desayunos, como en la comida, la merienda o la cena, podemos disfrutar jugando a pensar con los niños. Por ejemplo, al tomar un chocolate caliente, podemos entablar un diálogo, solicitando al niño:
• Observar atentamente: ¿Cómo es el chocolate? ¿Cuál es su color? ¿Es líquido o sólido? ¿Dónde está servido?
 • Oler el alimento: ¿A qué huele? ¿Se parece a algún otro olor conocido? ¿Es agradable?
 • Saborear el chocolate caliente despacio, degustar con calma su sabor. ¿Cómo es este sabor? ¿Qué otras sensaciones le produce? ¿Le recuerdan a algo?
 • Tocarlo: ¿Cuál es la sensación que provoca en los dedos? ¿Es agradable o desagradable? ¿Por qué? ¿Es similar a otra sensación? ¿A cuál? Este tipo de preguntas puede ser utilizado con todos los alimentos. Lo más importante es ampliar la experiencia sensorial que ocurre en estos momentos. A través del diálogo podemos transformar actos cotidianos en excelentes oportunidades de estimular la mente de nuestr@s hij@s. 
¿Os atrevéis a jugar a la aventura de pensar?

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